Esa memorable tarde del mes de marzo, más o menos alrededor de las 19 p.m. (quizá un poco antes, no sé ahora, después de todo no soy más que una manzana literaria) a Estrella le vino de repente a la cabeza el comienzo de una novela, este:
“Nos enteramos sin pretenderlo, de que íbamos a tener por vecino a un caníbal y no se trataba precisamente de un salvaje converso, rescatado de la barbarie ancestral por algún despistado misionero, sino de un auténtico antropófago de esos que se comen a la gente y luego piden más.”
(Debo confesar que de toda la novela es el único fragmento que permanece tal cual, sin retoque alguno.)
Estrella lo apuntó de prisa y corriendo en un trozo de papel porque le pareció muy bueno, lo que no sabía es cómo iba a seguir, la verdad es que la historia se le estaba ocurriendo a pasos agigantados en ese mismo instante y los personajes empezaban a cobrar forma, una forma ciertamente nebulosa e inconcreta. En aquellos momentos recapacitó pensando que el trozo de papel con el apunte se iba a perder, escribió entonces el apunte en una libretita, y de súbito comprendió que resultaba imprescindible, que no podía esperar más, que tenía que empezar a escribir la novela, y, manos a la obra, agarró su vieja olivetti, en esa época le daba rechazo la pantalla del ordenador y además no sabía manejarlo muy bien, y yo comencé a nacer, fue de lo más emocionante y además creaba adicción.
(Sigue, por supuesto.)
“Nos enteramos sin pretenderlo, de que íbamos a tener por vecino a un caníbal y no se trataba precisamente de un salvaje converso, rescatado de la barbarie ancestral por algún despistado misionero, sino de un auténtico antropófago de esos que se comen a la gente y luego piden más.”
(Debo confesar que de toda la novela es el único fragmento que permanece tal cual, sin retoque alguno.)
Estrella lo apuntó de prisa y corriendo en un trozo de papel porque le pareció muy bueno, lo que no sabía es cómo iba a seguir, la verdad es que la historia se le estaba ocurriendo a pasos agigantados en ese mismo instante y los personajes empezaban a cobrar forma, una forma ciertamente nebulosa e inconcreta. En aquellos momentos recapacitó pensando que el trozo de papel con el apunte se iba a perder, escribió entonces el apunte en una libretita, y de súbito comprendió que resultaba imprescindible, que no podía esperar más, que tenía que empezar a escribir la novela, y, manos a la obra, agarró su vieja olivetti, en esa época le daba rechazo la pantalla del ordenador y además no sabía manejarlo muy bien, y yo comencé a nacer, fue de lo más emocionante y además creaba adicción.
(Sigue, por supuesto.)